La mediación familiar y el papel del mediador
La Mediación Familiar es una forma de poner fin al conflicto sin convertir a las partes en adversarios. Este marco de trabajo ofrece a los intervinientes la oportunidad de negociar su propio acuerdo.
La mediación familiar está diseñada para eliminar el ambiente del ganador/perdedor. Desde el momento en que el procedimiento está pensado en el beneficio de ambos, uno no puede ganar a expensas del otro. Ninguno puede perder. Los dos deberán salir de la mediación con un acuerdo aceptable para ambos y controlado por los dos. Con el control sobre el resultado, las partes experimentan una sensación de poder sobre las decisiones vitales que les afectan a ellas.
Los aspectos más importantes de la mediación familiar son:
- Las partes salen de la negociación con un nuevo sentido de dignidad y una percepción más clara de sí mismas y de lo que pueden hacer en el futuro.
- Las partes dejan atrás el pasado y se centran en su futuro.
En este contexto, la función del mediador es la de ayudar a las partes en conflicto a llegar a un acuerdo. No va a ser el representante ni defensor de ninguna de ellas. El mediador siempre tiene que ser imparcial y neutral. Su cometido es el de procurar un acuerdo con el que ambas partes resuelvan sus controversias. Para ello, el mediador utilizará ciertas habilidades y técnicas en mediación para ayudar a identificar las áreas de acuerdo y las áreas de desacuerdo, y respecto de éstas últimas, a negociar sobre las mismas para llegar a un acuerdo.
El mediador únicamente gestionará el conflicto entre las partes de forma que sea más constructivo que destructivo. Por ello, su papel en este asunto es ayudar a cada uno a desarrollar su caso, centrándolo en sus propios intereses.