Corrección y castigo de los hijos (segunda parte)

En nuestro anterior artículo hacíamos un comentario sobre la posibilidad de corrección y castigo de los hijos desde un punto de vista jurídico; sin embargo hoy lo hacemos desde la orientación familiar.mom-punish-kid

No cabe duda que el castigo ha de ser utilizado para mejorar la conducta de los menores, si bien debe ser usado de forma racional y proporcionada a la acción cometida y a la edad del niño.

A lo cual debemos añadir que el uso de la violencia física o verbal para castigar a un niño, se convierte en un modelo de conducta agresiva a seguir por el mismo niño al que pretendemos corregir. De modo que si los progenitores castigan de esta forma es posible que ellos mismos se conviertan en modelos de conductas agresivas para el niño, el cual puede aprender a responder con agresividad ante situaciones conflictivas.

Sobre este tema hay un libro muy interesante titulado “¡Castigado! ¿Es necesario? Alternativas educativas, ingeniosas y eficaces”, que está escrito por M.ª Luisa Ferrerós .

En relación con el tema de la corrección y castigo de los hijos, podemos extraer barias ideas de esta publicación que comentamos a continuación.

No hay dos niños iguales, de modo que lo que le pueda servir a uno, no tiene por qué servirle a otro. Sin embargo todos tienen que conocer las reglas, aunque su aplicación variará según las características de cada niño. Por ello, cada niño debe ser corregido en función de sus propias características.

Para castigar, hay que tener la cabeza fría. Es importante tener mucha paciencia (con lo difícil que esto es a veces), sobre todo cuando se está cansado o enfadado por otros motivos. Antes de aplicar un castigo, es importante pensarlo bien.

Como ya hemos dicho, los castigos físicos son completamente desaconsejables. No educan; de esta forma, las conductas se corrigen por miedo no por convicción.

Entre la falta y el castigo no debe transcurrir mucho tiempo, porque los niños olvidan rápido (sobre todo los más pequeños). El niño debe saber por qué se le castiga, y esto sólo es posible si el castigo es inmediato (o relativamente inmediato) a la falta.

Los castigos no deben ser algo habitual o recurrente, sino excepcionales. Porque  si hay demasiados y continuos castigos, es posible que el niño esté llamando la atención por algún problema oculto y, seguramente, grave. En estos casos sería importante acudir a un especialista (maestro, tutor, psicólogo…).

Uno de los aspectos más importantes, es que el niño entienda las relaciones causa-efecto entre la falta y el castigo. Por eso, es necesario advertir al niño antes de que cometa la falta. Que sepa con claridad qué conductas son las que no se permiten y qué consecuencias tiene el realizarlas.

Es importante que el niño aprenda, no sólo que hay límites, sino también que entienda por qué existen esos límites.

No hay que imponer castigos excesivamente duros ni tan complicados de cumplir (o para los padres de supervisar) que al final no pueden llevarse a cabo. “No sales de casa durante un mes”; “copia esta frase mil veces”… Y cuidado con los castigos contraproducentes porque, por poner un ejemplo, a un niño tímido no se le debe impedirle acudir a un cumpleaños, donde puede relacionarse con más facilidad.

Por último, hay que decir que resulta mucho más eficaz fortalecer las conductas positivas que erradicar las negativas. Por eso, el castigo debe estar equilibrado con caricias y besos. Felicitar y celebrar los aciertos presentes evita los errores futuros.